Corazones rotos.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Litros de café pendientes

Te ofrezco que te quedes conmigo, en casa, tirados en pijama y mesa de camilla para el tiempo que en breve viene, ver la tele, dormir o hablar, arreglando el mundo a nuestro ritmo como excusa para terminar con un cónclave de besos. Te ofrezco olor a café recién hecho los domingos por la mañana, o si quieres, firmamos una cláusula y olerá así todos los días de tu vida. Te propongo abrir las ventanas cuando llueva, para cuando entre la humedad disfrutes del olor a tierra mojada; o no, mejor aún, salimos a la terraza y mojarnos de esa lluvia, que lo de ”carpe diem”, ha quedado más como frase para tatuaje, y poca gente lleva lo lleva a cabo. Te ofrezco noches de compás, de baile y de whyski, de impaciencia al esperar un taxi, y disfrutar de una hamburguesa mientras llega.
Te ofrezco mi camisa del día anterior para que desayunes con ella sin nada debajo, con un moño recogido y el rimel corrido. Prometo pequeños grandes detalles, llevarte agua helada a la cama por la mañana cuando nos despertemos con resaca, tardes de ”gordo”, comiendo paquetitos de patata, doritos, chocolate y demás grasas saturadas. Te ofrezco leerte en braille, sonrisas por palés, algún que otro mal rato sabiendo que lo que viene después, va a ser como volver a conocer tu geometría una y otra vez. Te prometo besos, pero no besos cualquiera, no como los que se dan las parejas por costumbre al verse que es como un piquíto sin ganas, yo te ofrezco tempo, temple y nervio en cada uno de los que te de. Te doy la posibilidad también, de un poder que pocos tienen, y que envidio de parejas que conozco, el mirarse y saber exactamente lo que pasa por tu cabeza en ese momento, para bien o para mal, porque en los tiempos que nos han tocado, ya no se respetan ni la miradas y las que hay escasean. Te ofrezco ponerte el mundo cuesta abajo, para que todo te venga rodado; cien primaveras, cien veranos, cien otoños y cien inviernos, y los que no nos den tiempo de vivir, nos lo vamos imaginando por el camino. Así que tu precúpate de sonreír, que de provocarte las sonrisas ya me encargo yo…
Francisco Bonilla Lozano. 


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